Arder,
proverbial,
horadando la penumbra,
procuro;
como ninguna,
ser película de luz en trayecto circulatorio,
corriendo a través del torrente
al que me uno,
sólo por ver caer tus tatuajes
en mi boca…
Persigo tu letra nominal,
volátil,
poderosa;
te leo los dedos incorpóreos,
dándole forma a esta mortalidad
que se extingue
en el instante en que me cazas;
me recabas, en flor,
como evidencia irrefutable
de un delito
que busca otear el color del espacio;
boicotear los sentidos
y sembrar el aire de magia violenta,
formando siluetas;
esculturas estelares…
Cavernosa exploración, la de tu lengua,
dorando mi aire;
queriendo aparearse con la excentricidad
de este verso indeleble;
viento del sol, arreciando mi mundo…
Te perdí de vista, un segundo,
luego de dejar caer la fuerza de mis iris
sobre la tenacidad de tus ansias,
pero aquí me tienes, reconvertida;
disuelta en la mímesis
que nos conecta en cuerpo y alma…
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