Llegas a mí
con claridad repentina;
con, apenas, un murmullo
que intuyo,
deseando deshojar mi oscuridad…
Me imbuyes y eclipsas
y son tan dulces tus colores,
mientras refractan el cristal
de mi audacia…
Tu joya orgánica
descalabra el orden,
brillando a través de los poros de mi noche,
mientras vas descubriendo la raíz de un átomo,
flotando dentro mi boca,
para fusionarlo
con la irrestricta quimera
que encumbra y equilibra la turbulencia
de tu geografía espacial…
Sigues esculpiendo rosas
en el mar de concordancias secretas
que nos acude, sin cesar;
donde tu palabra es una página abierta
que leo con atención,
tamiz de absorción que descubre
la etérea enredadera,
ampliándose,
del otro lado de la razón…
Liar mi costado con tu luz naciente,
es saber que existo,
fermentando sueños,
como hebra traslúcida,
cosiendo el tejido del silencio;
conservando intacta la pulsión;
la ilusión del alma
que veo derramarse;
disparar sus rayos magnéticos,
congelándome en tu mirar
que rastrea el vitral
con el que me acoplo, entusiasta,
a tu crecida reverberación…
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