Llego,
llego lento,
siempre llego y todo vence;
la luz;
su desparpajo
reflejado en mi sombra;
el suelo a mis rodillas;
la sonrisa al llanto
y al revés;
el espejismo y su árido veneno;
la lucidez…
Todo adquiere la forma de rutina,
monotonía de engranajes,
para luego
colapsar,
desvanecerse en un lapso ínfimo,
como un goteo que nutre en tanto destruye,
moldeando la forma…
Se presenta, salvaje, la vez siguiente;
me adentra y todo queda en nada,
bagaje de la mente;
retorna el juego de roles,
la flor, el pez, el pájaro;
la luna y el espejo sangrante;
la garra, el colmillo, el relámpago…,
cristal por donde me instalo
para aferrarme
a la intención de las lenguas universales,
surcos que tejen lo inexplorado,
sin medida,
variables
dentro, muy dentro…
Y no sé si enteras,
pero me enteras cuando caes a mi boca
y yo en la tuya,
poco antes de deslizarme hasta tus dedos,
recaudando la pasión
desde el primer instante…
Lo inevitable se sujeta del asombro
y vuelvo a serlo todo
con el latir inacabable,
monótono,
continuamente cambiante…
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