Emites un pulso acaudalado de aromas;
una intermitencia que fulge y persiste,
acariciando el jardín azul de mi silencio,
desenmascarando la sombra
al agitarse los andenes que ven pasar
lo copioso de mi ser pasajero…
Llueve la magia sus dinámicos colores
e imagino el torso vasto de la contienda,
su pericia embriagadora,
apuntándome,
siendo tierra firme de tu deseo,
mientras te mueves por mis venas,
dándome a probar el denso y sabroso
néctar de luz
que corre y trepida en tus contornos,
la sencilla señal de que soy en ti,
onomatopeya del éxtasis;
atalaya gimiente
ante la invasión de tu encanto,
tal vez no sea suficiente confesarlo,
tú crees poder asir toda esta pasión que alojo?
Enhebro cada instante
para coser diamantes en tu pecho,
como medallas bullentes;
rasgarte el aire,
la frente;
estirar la luz de tus ojos,
surfeando la voz
que haga fundirte a mi para siempre…
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