Desde el primer fonema,
la vibración que me traspasas
es una ráfaga violenta de luz
que se derrite en mi alma
y me ahoga de sensaciones…
Tragan las horas el trasnoche de los cuerpos
que no se agotan
de prenderse al milagro de sostenerse
y, allí estamos,
reverberando,
iridiscentes;
lo sé,
es tu palabra contra la mía,
es tu lengua contra la mía
acoplándose,
estremecidas,
sabiéndose parte la una de la otra…
El real influjo es tu silencio
y mis ciudades flotan dentro,
desarmadas,
dejándose asaltar por tu estrategia;
escapar en un suspiro de luna,
como la fuga de un incendio doliente;
un beso clavado en la pausa;
el raudal de tu tacto bebiéndome entera,
apasionada,
húmeda de la flora humeante
que mana del vicio
en el que me has convertido,
moviéndome en el cristal que aglutina tus ganas
y que no suelta este líquido resplandor que,
perseverante, te embriaga…
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