Tu fotografía va escarbando
el claro instante del silencio,
hallando mi refugio de sal y anhelo;
la galería que recita los crepúsculos
que van a tu encuentro,
cuando amanece la noche
y este suspiro itinerante,
me elige, de nuevo…
Hasta las ventanas estiran sus dedos
para recoger este raudal provocativo
que me secunda el trance,
convirtiéndote en soplo,
partícula inmortal que estremece
hasta el aire;
el místico modo de tu lengua,
moviéndose,
rompiendo los espejismos
de esta realidad caprichosa…
¿Cuál es mi nombre en tu boca?
Porque me nombras
y encumbras mi carne al infinito,
cuando combinas tu tono
con las corrientes que detonan
las tórridas expectativas
entre láminas de escalofríos...
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