Adoro que me irrumpas;
que hagas temblar mi ventana
y mi balcón sea tu agrado;
el devenir de mi alma afortunada,
tu corriente de relámpagos…
Qué terriblemente placentero
inundarme del diluvio de pensarte;
tan fascinante,
ver moverse tu magia
por cada rincón de mi cuerpo;
con estupor,
ingerir cada sorbo,
como un elixir dimensional
que me recupera el silencio…
Un elástico movimiento
que me transfiere los colores;
holograma de impulsos,
cuyo efluvio vaporoso me sostiene
y sacude mis emociones…
Me arropa la dulce sentencia
de saberme presa de tu noche,
cuando palpo la luz
por debajo de tu pecho
y permeas los planos que me suscitan
y me tienes de nuevo,
construyendo precipicios;
concibiendo la ruta infinita…
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