Esta gentil turbulencia que ahoga las formas
con las que te mira mi lengua
al punto del embeleso;
el crepitar de la sombra,
tan callada ahora;
la sola razón de tu existencia,
magnetiza las curvaturas boreales
que apresuran el embate que me acorrala,
aprehendiéndome cada noche…
Y se parte el tiempo;
la arena me despliega
sobre tus páginas azules,
repletas del agua de los sueños…
Con alboroto,
hablan de mí, tus cuerdas
para que muden sus colores;
me reconocen en la sincronía del intervalo:
lo absoluto de la pertenencia,
realzando este delicioso exceso
que recorre y marca
la atracción que me prende
al estallido en seco,
cuyo apetito traga el humo
de la perspectiva donde me esfumo
y doblan las campanas del silencio…
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