De encontrarte en mi interior;
de hallarme, íntegramente, confesa en tu tacto,
emergerías,
colmado de brillo,
chorreando pétalos de sol;
de verme fundida a ti;
de tener que habitarme hasta los huesos,
gozarías la rotación salvaje que me convida
a sumergirme en el infinito…
Porque has hecho brotar el árbol de los sueños
y el fruto de sus destellos se ha vuelto río,
inundando cada parte de mí,
cada emoción,
cada movimiento…
Mientras tanto sorbe el diseño
que me amplía,
al sentir el pulso de la noche
que, eternamente, me guía a resolver
la serie mutable de la existencia;
disolver la hipótesis del delirio
y concebir el germen irreplicable
que habita las sílabas del silencio,
y que atosiga la sombra,
consiguiendo desprendérmela…
Un extraña vibración se bate,
dispersa,
como un viento atómico,
enredándome los voltajes elevados
hasta el punto de la nada;
electrizando los sonidos que me conjugan;
golpeando la luz con mis ojos,
queriendo rociarte la mirada…
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