Forjas el hábito de acabarme;
de registrarme en la bitácora de satisfacción
en la que me rindo;
los espacios que me nombran
se hacen provocación descollante
y mis nervios tensan el paisaje que te gusta,
como una extensión de luz,
abriendo infinitos…
Las espumas de mayo arremolinan el aire,
proliferando, como estallidos
y tus negros diamantes me conceden
ese soplo encantador,
insondable,
que coloca tu voz en mis suspiros…
Caigo desde el alfeizar de tu ingrávido palacio,
cuando traes el cielo a mis palabras,
y reúnes para mí cada murmullo de estrella
en el filo con el que me atraviesas;
cuando brotas en la cadencia compartida
de la melodía que nos inunda los labios…
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