Puedo sentir cómo rasgas mi envoltura,
cómo te adentras,
desde el cálido torrente de tu silencio
a la desconocida forma del aire
que me respira,
en cámara lenta…
Mi oscuridad se transparenta,
se agita mi corazón;
despiertas al pájaro arcoíris
que, en picado,
remonta la elipse de tu fulgor…
Me tocas, como hace la noche al alma,
impregnándole su infinito,
ablandando las cicatrices,
médanos de cuarzo
en remolinos de agua…
Se de tu trazo premonitorio
por el mascullar de las sombras,
y, encandilada,
por la partícula estelar,
la palabra se inmola
y vas quedándote en mi cabeza,
como un soplo de libertad,
porque todo lo que siento camina contigo
y se multiplica, efusivo,
en las rutas melódicas
que me crecen en los dedos,
cuyos dispares movimientos celebran
podértelo demostrar…
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