Tu luz descarnada me desgarra,
cuando accedes
continuar la línea de lo intenso;
correr el riesgo de compartir este veneno
y atravesar el bosque de mi alma,
encandilando cada sombra;
moverte hasta mi cuello
y soltar una bandada de palabras
que te cante todo el rato…
Estoy rodeada de tu encanto,
me aparto y crepito;
favoreces mi retorno;
me devora tu flujo inspirador
y, desvanecida,
en el numen de tus ojos
consigo volverme infinita…
Y aunque me apriete la distancia,
me alcanza esta corriente drogada,
gozando el festín de una burbujeante agonía
en el delirio de sofocarme de ti
y verme brotar en la esquina de tu corazón,
intercambiando poesía…
Me enciendes por dentro,
cuando tu sabio resplandor
socava los témpanos del tiempo
y su savia sincroniza
con mi intención
de sembrarte de novedades el cuerpo…
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