Habito brújulas y sensores;
me inclino, abrupta,
en el sentido tuyo,
bañada del magnetismo que me trasfieres;
de las magnitudes sonoras que incorporas a tu tacto,
cuando profieres tu palabra…
Deliberadamente,
me enfilo al códice que restaura
el resplandor avezado de tu lengua,
mientras confluyo con ella
y puedo verme propensa a vibrar
con la melodía congénita que cuelga de tus ojos
y cuya ruta penetra mis poros,
trasladándome a otro planeta…
Me haces renacer inmensa,
nocturna y lunar;
obtener la dirección suprastral del universo
y, estrellada la carne,
centellear,
mientras me atrapan tus movimientos…
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