su canción agreste
sigue socorriendo mis declives,
sumidos en trifulcas repentinas
que me ahogan de nubes la mirada…
Se sulfuran las sombras
e inhiben sus tentáculos,
cuando la música de tu laúd planetario se ejecuta
y, atónito, el espíritu me transporta a tu lado…
Haces que me hunda en agua santa,
substancial preámbulo a tu carne…
Trepo el aire,
asciendo;
planto en tus cumbres mis ríos,
dejándome caer por tu costado…
Se estremecen los cimientos
y de mis labios surgen estrellas sagitales;
la voz dicha de la luna
me inyecta un narcótico brebaje
que me abre lo infinito de tu nervadura…
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