Me atribuyes el beneficio de la luz,
reflejada en tu aliento,
sólo para que muera
de encanto;
la cuota irascible hunde los espejos
y moldea,
en mi alma, su corolario…
Me has supuesto el cielo entero;
el susurro de los ángeles,
su engarce fantástico con mis palabras;
has desdibujado el tiempo,
captor de mis instantes,
y conservo, intacta,
la sed bravía de tu silencio…
Azotar los dedos
en el lado espacial de esta perspectiva,
es cavar la huida hacia ninguna parte;
sanar los pasos lesionados
y exhibir la herida,
como una corona flameante…
De tacto y movimiento
se nutre mi todo;
del temblor emergente,
intempestivo,
que se mece en mi pulso,
cuando te extiendes,
como caricia de fuego
en los contornos ocultos de mi desvarío…
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