Cubierta por la noche
le hablo al cristal profundo de tu silencio;
al agualuna que moja la escena,
conquistando la destreza
que mi lengua atesora,
sólo por ser ración de luz para tu alma…
El punto ciego se enciende
y brota de sus dedos
un riego argentado que ablanda
los territorios implacables de lo tangible…
Hay una canción ejecutándose
en una época distinta;
un sonido inverosímil,
cuya dimensión atraviesa mi universo
y me domina
y desarma las sombras,
sin bloquear los indicios
que me estacionan a la vera de tu pecho…
En ti, se hace propicio el arrebato
al sostenerme la garganta
y, en imponente maniobra,
mostrarme la partitura del viento…
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