Esa manera tan tuya
de flamearme la lengua
y derretirte en ella,
mientras exploras la orografía química,
que se sale de mi cuerpo;
me trasladas al lado abisal de tu silencio
con tu sensitiva luminiscencia
y, aturdida,
por su halo suave e indefinido,
puedo extraer la pócima
con la que curo mi existencia…
Tu prodigio, me advierte
tan impaciente y desesperada
que su escala me toma del aire
y sacude mi mundo,
salpicándome
la insensatez de doblegarlo todo
para encumbrarme,
exaltada,
a tu escondite…
Me traen tus cartas;
la inconfundible baraja
del juego de las sensaciones;
el mágico puente de la noche
que se abre para nosotros…
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