Todas las vías extrañas
me persisten,
cuando me aferro
a tus labios de cristal,
de oscuridad y silencios;
cuando no existe más que movimiento,
ondulando intenciones…
Acunas el fuego táctico
que me agolpa,
con su redoble sustantivo,
y que fragua, siempre,
la puñalada irremediable
a mi costado…
Colocas, como nadie, nunca,
tus símbolos aleatorios,
extremando la ruta que me aproxima
a los territorios de espuma,
donde abarco tu frente,
y me extiendo,
como un violín,
de multiplicados colores…
Abolido el margen,
hecho polvo,
crezco, me desbordo;
y, de tanto mirarnos,
inyectada de piedra y brillo,
la herrumbre del cosmos,
procede a la alquimia,
como albricias en diluvio reflectante,
dejando caer, sobre nosotros,
el fruto de la noche…
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