Y me muerdo el deseo;
me guardo en la lengua
el desatino de su fuga masiva;
le hago inmortal
lejos de tu ailencio,
sólo por desahogarle
en su intensidad renuente…
Tengo las palabras bajo tu asedio;
marcada la piel y la frente
de todas las sensaciones que me provocas,
y, desangrándose está mi pecho,
de tanto resplandor…
Me sabes atada a la atracción que me impeles;
y se ha vuelto imparable
este vértigo sanguíneo
que pone en marcha toda pulsión,
estimulándome nervio y músculo…
Giro en la rueda del crepúsculo;
en el devenir de una noche
poblada de frenesí;
entre la fogata y el rezo,
mientras asciende, en círculos,
todo lo que arde dentro de mí…
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