Con un trago de porfía
te haces con mi silencio;
sin embargo, discrepo,
por un segundo,
reincorporo
y me acoplo al pliegue furtivo;
al resplandor tempestivo
que emana de tus ojos…
Un ronroneo de labios secretos se impone
para escarbar la tersura
y embadurnarme el alma
con sus vértices luminosos…
El resto es polvo,
clamor pretérito;
sólo el asalto de tu lengua me concede
escapar del tiempo,
mientras cruje el intervalo solemne,
regodeándose en lo nuestro…
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