Me inunda tu claridad de límpido alboroto
que trasluce la música de alto vuelo
en la urgencia del trance…
Me atraes al centro de tu todo,
catador de sonidos,
diapasón de mis ángeles…
Abres el cielo
con la fiereza que marca tu pálpito
y, sin mediar silencio,
engranas el motor que enciende
las dimensiones del alma…
Te vuelves torsión de luz
en la pausa del tiempo…
Invocas, perspicaz,
las sagradas premisas;
reanudas los enjambres vespertinos
y me haces pernoctar en tu noche…
Las secretas oscilaciones
desnudan lo puro de tu verbo…
Encontrarte es perderse contigo
en el gentil arrullo
con el que me muestras
el infinito entero…
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