Tienes la lengua engarzada a la noche
y entre tus cuerdas,
la fina pulsión de su silencio;
sus flores de plata
anidan entre tus dedos
y en tus ojos
el rojo vapor de las estrellas
se vuelve crisol y fragua…
Estremecida en tu desvelo;
cuando tu sol en mi espalda
acurruca su eternidad,
desvanezco…
Un balance me gravita en lo profundo,
un espontáneo borboteo de brillos
que consigue
transparentar mis baúles;
resarcir mi infinito…
Centellean los tejados azules,
mientras se alargan mis pupilas
y contemplo
el gozo cristalino de la luna,
el insigne corazón del violín,
inyectado de embeleso…
Tus radiales sortilegios que, persuasivos,
fuera de toda regla, consiguen
fundirme con tu estallido
transmutarme en tu cósmica esencia…
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