En el trance inmersivo
de ver nacer los colores de tu silencio,
se nutre la percepción que suaviza,
para siempre,
los espejos del alma…
Se baña mi noctámbulo capullo
en la infinita ración de universo
que le concedes…
La sónica coronación
de mi rosa,
vigilante y guía,
me ve convertida a tu fascinante sortilegio,
que me arroja al cauce de espumas doradas
que desnuda mis alas de fuego…
Yaces entre las placas que se ondulan,
espontáneas; curado de estrellas…
Sumergirme en tu canto
es como soñar tu boca,
saboreando el vértigo de la luz
sobre titilantes enredaderas…
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