Me acercas las coordenadas poéticas
con las que tu persuasión me abduce
y consolida la astucia de volvernos invisibles
a la luz del silencio…
Perturbas mi aliento y le conduces
hasta el centro de tu ciudad de luz
para beberme el paisaje impredecible
que le arrebatas al infinito…
Me respiras
desde el ángulo furtivo de la quietud,
saliente que exhibe tus cristales al aire…
La belleza en tu porfía
me envía a los canales de tu aura
que incrustas,
como enredadera de mercurio
en los airados precipicios de la carne…
Exultante prevaleces
sobre el sendero que apunto
y en el que vuelvo a renovar mi canto
por siempre tuyo…
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