Fulguras trascendente
al socorrer el palpitar exánime
en las rutas de la niebla…
La clave oxigenada penetra
y en las paredes tardías
brotan guirnaldas de sal…
Flamea el deseo atravesado por tu brisa…
Su tacto solar,
en arrebato pendular,
rompe las vitrinas del aire,
con alevosía sucinta,
en la precisa instancia de la piel…
Claman ambrosíacos letargos
que acercan el alma a nuestro fuego
ensartado de nenúfares…
La dulzura beligerante resplandece
sobre insondables arrullos
que surgen del rasgueo sinuoso de tus iris…
Los márgenes proscritos
encajan mis destellos en las texturas vírgenes
en las que me abandono…
Releo el almidón de tu desplante
y me crecen las rosas
en las puntas de los sueños…
Satisface el humedal del goce
y sigo pendiendo de tu halo,
como la estrella de la noche
en su más profundo estado…
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