Escampa allá afuera,
la lámpara acentúa
la desnudez de los cristales,
reverberando por encima de mi lengua…
Un acierto de enroque
me percibe en secreto…
Mis manos encuentran
la preñez del ajuste,
en gozosa conmoción,
hasta precipitar la hondonada…
Tanta luz en los espejos del aire;
Tantos hojas desprendidas
del árbol de los sueños…
Retorna la voz invariable,
el intacto nacimiento del alma
en la cósmica saliva de la noche…
Estoy contigo sin disfraces…
No preciso domar lo indomable
ni acaecer en el póstumo gemido,
sino traer conmigo el ardor del silencio,
chispa consagrada del pálpito infinito…
Ahora fulgor,
ahora sombra;
desnudo farol
o negra derrota…
Soy raíl del agua profética,
cuyo ensayo divulga su esfera
en mi boca…
Tu tacto,
siempre tu tacto,
dulce y orgánica maestría,
cuyo sutil atrevimiento
despereza mis vocablos…
Devuelve la luz a mis ángeles
y en sus túnicas etéreas
vuelven a agitarse
los acordes de mi esencia…
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