Vuela esta página en blanco
liberada de todos los versos
dedicados a ti,
a tu clandestino parpadeo,
en donde guardas el aleteo
de mi pecho…
Con ellos me pierdo
en ese silencio
que me ata al viento
y enhebra caricias invisibles
que pretenden tu alma…
Concluyo que mi sueño
encontró tu madrugada
y el café de tu almohada
se lo bebió mi noche,
hasta ayer sin dueño...
Sí, confieso que la calma de un poema francés
tejió en mis labios la dulzura platinada
de tu aroma, y hubo lluvia de cenizas,
quedándose una sonrisa
guardada en el bolsillo de quien se ha robado mi
mirada
y el palpitar oscuro de su palabra…
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