Cierro los ojos
para esquivar el roce de las horas
en mis parpadeos
y así encontrarme de frente,
con tu misterioso apogeo,
deslizándome en su afluente
en ausencia de mi cuerpo…
Dejando que desvistas mi sueño
y enredes tu nombre en su templo…
Extraviada en el pliegue del viento
mi alma recoge los retazos
y recompone su silencio…
Grita, ahora, sin temor,
y en el roce transparente de su voz,
callada de quietud,
activa el beso de la aurora
y responde el revés de mis párpados,
trayendo de vuelta a mis labios,
pronunciado en alta definición
el Parnaso… y el respiro eterno de su sol.
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