como un resquicio que prende el renglón,
reservándolo al génesis del pálpito;
balbuceo sanguíneo
en que convergen deseo e impulso
para marcar las órbitas azules
con su lengua…
Efluvio atado al labio de la resistencia;
cobijado en la garganta de la que brota el silencio,
vuelto estallido…
Furtivo ciclón en las manos,
envolviendo magnitud de claridades
y aguardando el instante
para dar a luz su cometido…
Acata el aire tu pertinaz persistencia
y, devorada la inminencia,
ya me tienes contigo
desbordada en un poema…
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