enfundando la perpetuidad
en una perfecta coreografía
de cielo y plata;
cordón de agua,
desbordado de hipnotismo,
cuyo vals sediento me sustrae…
Inmersa en un compas de espejos;
del todo persuadida
por los senderos del aire,
me disuelvo…
La sinfonía natural que me incendia el alma
recoge de mis poros
el tono acústico que me lee;
la fuerza luminosa,
suspendida en el silencio…
Allí transgrede las formas totales
y concede a mis versos
la agudeza sensorial que abriga toda claridad
que hierve y murmura en la carne de los sueños…
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