Alargan sus dedos
los colores que te habitan;
ondulan y zigzaguean,
masajeando mis contornos,
sacándome de la carne…
La fantasía del silencio
en su perpleja saturación
me arrastra;
con su temple giratorio,
me incita al delirio…
Geometrías ancestrales
me anudan el vértigo sensorial
que suscita la caducidad del orden…
Rayando el cénit exponencial del alma
me aproximas a la velocidad sin muros,
al eje que sustenta la fuente del universo…
Gravito tu campo desbordado de luz
y buceo los ojos
de una estrella relinchando
ante una noche de verdes aguas…
Colapso en el magnetismo suicida
que me arrebata la lengua;
tatuada y adicta
a tu tacto de psicodelia…
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