Me acomodas al pulso arrebatador
que te nace invariable
y resalta en mi carne su destreza
de aguda percepción…
Cimbra puro el resplandor
de un diálogo de campanas,
la luz del agua
seduce mis contornos
en un naufragio de verbos…
Como una fronda de estrellas
detona en tus ojos
el deleite exacerbado,
cuando, coincidentes los silencios,
desnudan sus vocablos…
Tú,
batiente espíritu,
hurgando la extensión de mi lengua
y yo
disuelta en la exaltación
de tu influjo sagrado…
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