Un pellizco de luz,
iridiscente,
me estremece la lengua
y constato que te complace
deslizarte por mi silencio…
Pronunciar con sigilo el relámpago
que, a mi tacto, se torna incontrolable…
Su travesía envolvente
desdibuja la persistencia del hábito,
abre con destreza mis sentidos,
mientras te enseño
el reluciente tañido de la carne…
Desprendiéndome de mí,
sugiero el pálpito del estallido
en el fuero añil de los condenados…
Te adjudico
toda forma de alcanzarme los labios…
Me consientes
tocándome con tu aliento infinito,
saciando, insistente,
la urgencia del fuego preñado…
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