Hilando embrujo con las vocales aromadas
persiste, manso, el silencio
en el devaneo de mi sombra
que, procelosa, evoluciona,
volviéndose entre tus dedos rosa acristalada,
voluta de sal que palpita
en el corpóreo cántaro de tus ansias…
Abanico perplejo son tus ojos,
cuando el diálogo se improvisa
con los fonemas del alma
y sucumben a la alquimia
los paisajes frondosos de tu saliva…
El brío atávico sondea mis aguas;
reconoce el preludio tembloroso del fin…
Rompe la vigilia
bajo el vestido de la noche,
hundiendo mi desnudez en ti…
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