Se derrite la luz, dejando el cielo caer
sobre el huérfano rincón
que ve mi pulsión despojarse del alma…
Al desprenderse comprendo
que me infunde su mágica redención;
puedo sentirlo dentro de mi piel…
Se funde también
el pulso telúrico que puebla mi interior
y por la noble inclinación del silencio
me lanzo
y se rompe mi canto mudo
en la fricción que quita los nudos
y purifica los espacios,
alcanzándome la voz,
como raíz sinfónica de lo eterno…
Elixir de congruencias
de la que me hace merecedora la creación,
nombrándome en su testamento…
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