Te advierto en la penumbra;
en el vapor de la niebla
que moja mis pestañas
y columpia en la distancia tu sonrisa…
Encandilada mi frente
por los torrentes migratorios del silencio,
me veo arrastrada a tu orilla
y me abro el pecho
y me dejo escapar
con todo lo que siento,
dejándote mi sabor anclado...
Vuelo lejos y contemplo
los instantes en que tu lengua se abría de luz
y su cuerpo enhebraba su torsión
para coserme a tu osadía…
Me anima el eco del sueño alcanzado;
su enseña tatuada en piel y alma;
el sacrificio que libró mis días,
escribiendo la historia imposible
en la realidad de nuestras páginas…
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