y el suelo se difumina
hasta extinguirse,
junto a esa pesada sombra
que me trastoca al lengua…
Veo una voz cristalina
en los intervalos que me colorean
imparable los iris;
siento latir el mar en su despliegue
y mientras me sumerge en sus aguas,
danza la luz, ondulante,
agitándome entera…
Voraces parpadeos señalan
la tenacidad sin límite de mi espíritu
y, de tan repleta la energía,
vuelca de modo continuo su conjuro…
El lado oscuro me empuja
a los desfiladeros del silencio
y ardo;
porque parece sostener mi delirio,
la llama que aletea dentro,
diciendo ¡Te amo!
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