Sabe la noche;
el silencio,
del subversivo resplandor
incrustado en mi garganta;
la forma en que se agita mi alma,
mientras va empapando
los atuendos veloces que le perciben…
Su evanescencia procrea relámpagos
que clausuran las horas
e inhiben los sueños proscritos…
Y es que me crece en los dedos
el árbol del infinito
y el firmamento se quiebra,
cuando mi oscuridad alcanza sus latitudes…
A falta de piel,
mi geometría se descubre interminable,
balanceándose en tu boca;
hallando su ruta a través de tu sien,
hasta ahogarte en su atmósfera…
lunes, 16 de noviembre de 2020
Disturbio
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