Revelado el designio
que me sustrae de tu mirada,
diluyo entre tus dedos
y, a espaldas del paisaje,
me crecen “alas de hierro”…
Consigo alcanzarte la frente,
coserte la luz de mi carne;
despojarle el destierro al alma,
sorprendiendo al silencio
con un beso de ámbar…
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