Me perduras en el linde de alma y tiempo,
como tierra rizada y azul
que surca mi lado septentrional
hasta alcanzar el sur de mis orillas…
Es allí donde ocurre
la dispersión de mi sombra
y te difundes
a través de la escena telescópica
que aborda mis simetrías,
cimbrando en la punta silenciosa de los sueños…
Me basta con socorrer el eco de los instantes compartidos,
mientras el pecho se zambulle en una verdad
que resuena empapándolo todo
y la distancia se abre paso
como espejo residual,
para salvaguardar su pulso tardío…
Es que sigues conmigo
como carne de luz,
dándole vigor a mi saliva
que sonríe ante la dulce predominancia
que no abandona mis suspiros
y se establece, sin mediar porfía,
en la antología del alma…
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