Te escucho anudar los pasillos del silencio,
de mi silencio en quebranto;
mudar tus aguas a esa otra orilla
que va cortándome el tránsito de la luz
con tétrico presagio…
La noche se vuelve mortaja de sedas tormentosas
que extrae de la cima del abismo
mis fragmentos;
sus refracciones sólo alcanzan
los negros parpadeos de un alma abatida
que se hace eco de las sombras…
El fondo insidioso se me agolpa,
mientras busco en el aire el calor de tu gesto
y te veo
transitar los días del hambre
con un claro asomo de melancolía,
dejándome acceder en breve espacio
a las estancias de la memoria…
Descalza del viento, me avizoras
y es que todo pesa como viga
en esta prisión de espejos
que me acongoja…
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