Me reparto entre tus dedos,
fosforesciendo;
siendo núcleo palpitante
que extiende su intensidad de albor y renuevo
por cada arista del alma…
Conozco tu crisol y fragua;
la pasión que desenreda
la piel interina del silencio
con el que nombras lo exacto…
Llevo trenzada tu polaridad a mis raíces;
soy fuego que resiste sobre tu altar flotante;
acaso un presagio de inmortalidad
que convierte en polvo de diamantes
la espada indulgente,
cuyo poder transciende,
como el sol,
atravesando sien y palabra;
espíritu y carne
para siempre…
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