Me dejo caer,
impalpable,
deslizándome, tupida,
sobre los ávidos tejados
que maúllan sus claraboyas de ámbar
y encienden su mirar cobrizo
por encima del tiempo…
Me deslizo,
torneando la proporción del brillo,
entre esferas fervorosas
que traen la clave metafórica del silencio;
la melodía dulce del infinito…
Me sabes contenida
en los ajuares celestes,
henchida de luz y agua;
de vapor y sombra…
En cámara lenta me sustraes
la sensación de sosiego…
Y te canto, a gotas,
mis océanos de plata,
acariciándote con el frescor
de lo que soy,
de lo que siento…
No hay comentarios:
Publicar un comentario