Me escribes la sien y la carne
con el táctil reducto
que aloja lo indómito de tu silencio;
la prosodia que ilumina
la excelsa policromía del alma
en movimiento…
Te me concedes y siento
la pirueta creciente;
la curva que me resbala,
mientras alimentas la ingravidez del paisaje…
Me abres los sentidos
y reluzco, alborotada;
floreciente de suspiros en la ruptura del tiempo,
cuando camino por tu aire
y me confías tus apuntes apasionados,
preñando de luz mi pensamiento…
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