Gatea la luz
y su espíritu pétreo dibuja mariposas
en los jardines interiores,
mientras duerme el mármol
en el ayuno del tiempo…
Miman sus pájaros
la rama tierna del silencio…
Amanecen, luego, los tornados azules;
en sus piélagos de carne
crecen flores y cometas;
la pasión y el hambre…
Más tarde,
la inflexión espontánea ruboriza,
mientras cruzan las aguas ilusorias
a través del blandir del crepúsculo,
que, en parabólico despliegue,
muerde el fractal disoluto…
Los disfraces van y vienen;
lágrima y sonrisa,
mientras reduce la velocidad fronteriza
del tiempo;
el alambrado escoge paredes
y adormece su canción de sombras…
Todo se torna compacto;
estira sus manos, la noche,
en trepidante odisea,
para recoger los suelos tatuados
y establecer su hogar incólume
más allá de las fronteras…
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