Un mar de saliva celeste
me inunda el silencio…
Muere la flor salina
y en su jardín anochece…
El crepúsculo germina…
Me desplazo en un lienzo de almíbar,
que recoge el almidón de mis cimas
para tus altísimos pasos…
La verde brisa amamanta
el aullido de nácar
y trae la manta de éter,
liberando despacio la burbuja
que me detiene
y atrapa…
El cristal adormecido
atraviesa las letras
y en el ritual de oro
mi silueta despierta…
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