Te me aproximas
y dejas
que pruebe todas tus rondas;
exiges
que pase de la formalidad
y me fugue, de plano, a tu boca…
Que alcance tu disyuntiva,
como una idea salvaje,
cuya lascivia desempolva
los recodos del deseo
y con la que vas,
marcando la diferencia;
haciendo que el mundo se paralice
frente a tu intensidad y elegancia…
La orilla que te reúne
con mis intereses se acrecienta
y la disposición al derrocamiento,
hace aguas;
me convierte en cuerpo oceánico
que lava, minucioso,
los enlaces con tu saliva…
En consecuencia,
no me alcanzan los dedos
para registrar las palabras
que se acumulan
en mi frente…
El desfogue reviste el deleite
y no respondo
por toda la energía que expulsa…
No disminuye,
abunda
el estremecimiento de mi piel;
persiste, furioso,
bajo la sabiduría existencial
que lo intuye
para advertirle desaparecer…
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