Enciendes las hojas del silencio
con el soplo provocador
que brota de tu alma;
magnetizas
lo indómito de sus raíces
que alcanzan tus latitudes estelares…
Se ensancha el aire
y en sus gráciles dedos
acomodo mi pequeñez furtiva…
Trepida tu luz
y es que parece hundirse
en los cristales del tiempo;
quebrar su veneno de sombra y arena…
Nada hay más irresistible
que ver nacer de tu lengua
la noche;
balancearme en su lecho cósmico
y saberme dentro de su huella infinita…
Mi esencia se regodea
al coincidir hasta el fondo
con la vibración cristalina que me hace parte
de tus labrados equinoccios
y de toda la pasión del arte
reflejada en tus ojos…
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