En flor
se me revela tu secreto;
la luz tatuada de los siglos,
recolectando silencio…
Me sabe,
repartiéndome en su lengua,
mientras despierto contigo a la noche,
como imanes atraídos por su lecho…
Desaparezco
en el resplandor furtivo que emana de su fuente,
cuando se empina la luna sobre el soplido corpóreo
y nos ata al vértice puro de la ingravidez…
Resurgen con nitidez
los riachuelos del alma,
acrecentados,
abriéndose paso al fuego abisal
que nos hace arder en sus ojos…
Revientan los suspiros de la carne;
escamas de sal,
volviéndose parte
de tu geografía mineral…
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