Siempre enfilo mis señales
hacia los orquestales crepúsculos
que te avizoran…
Los pálpitos se tornan irrefutables
cuando te atravieso el silencio y la noche
y su eterno e irrepetible discurso
me conecta con tu horizonte infinito…
Subversivos los impulsos
arrean lengua y reflejo
y aparecen,
invisibles,
los semáforos en rojo…
Presencio como se abren las sombras
y abordo la dirección que consigue
el transversal arrullo
en la inmersión de tu carne;
encrucijada sublime de luces y cristales…
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